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martes, 26 de abril de 2011

El castillo. Franz Kafka.

Muchísimos escritores recurren a menudo a personajes solitarios recién llegados a tierras hostiles donde son rechazados e injustamente juzgados. Otros gustan de envolverlos en procesos antidemocráticos y exponerlos al escarnio de una muchedumbre inconsciente, retratada de manera despiadada e inquisidora. Ambas situaciones son, a mi modo de ver, un simple pretexto empleado para canalizar sobre la novela toda una serie de sucesos luctuosos en los que el escritor se ha visto envuelto a lo largo de su vida. Porque exponer tu alma al público juicio debe resultar francamente arduo, pero crear un alter- ego ficticio y someterlo a un compendio de incomprensibles hechos en los que él no resulta ser nada más que una torpe víctima que no alcanza a atisbar la raíz del odio que genera, supondrá una acción liberadora, pues todo el resentimiento queda canalizado en algo que además, genera entretenimiento y sabiduría a la persona que acaba leyendo el relato en cuestión.
Los personajes de F. Kafka son, a todas luces, pobre diablos errantes, envueltos en encarnizadas batallas sin cuartel de las que suelen salir más airados que airosos; como él, que toda su vida luchó contra titánicos dragones disfrazados de burgueses burocratizados dispuestos a arrasar con  cualquier libre pensador que osara cuestionar su manera de proceder. Todas sus obras desprenden un halo de impotencia y desamparo, pero "El castillo" es la que más angustia y pesadumbre genera.
Para empezar, el relato está plagado de complejos diálogos escritos al estilo anglosajón, es decir, cada intervención es entrecomillada y separada por punto y seguido de la siguiente, con lo cual no hay prácticamente párrafos, solo una masa ingente de palabras distribuidas en capítulos no demasiado largos, entre quince y veinte páginas, pero que resultan sumamente pesados de leer.
Otra cuestión es la capacidad del personaje para transmitir toda suerte de sentimientos al lector. El hastío y la pérdida de voluntad para seguir que K va  desarrollando a lo largo del relato, se contagia con facilidad a quien sigue su incesante devenir. El odio hacia los ayudantes o la repulsión hacia la mesonera acaban viviéndose como propios.
Es un relato extenuante que merece la pena leer, no por vano entretenimiento, sino para ver de qué manera puede alguien recrear tan brillantemente la abstracta certeza de ser perseguido, calumniado y enjuiciado sin razón. Kafka logra universalizar pensamientos y actuaciones sumamente concretas, para elevarlas a un plano superior en el que el ser humano, desposeído de todas sus características idiosincrásicas, avanza meditabundo, impulsado y frenado por sus propias derrotas.

lunes, 25 de abril de 2011

17 de abril de 2.011.

Durante esta Semana Santa, a pesar de haber estado desconectada de todo el universo tecnológico, no he olvidado mi humilde bitácora,  y he escrito algunas reflexiones en mi bloc de notas personal, aquí os las dejo.
Me parecía mentira. Cuando tras coger la maleta eché un último vistazo a mi habitación y vi mi ordenador y mi teléfono móvil arrinconados junto al escritorio, mi cuerpo adoptó automaticamente otra postura. Iba más erguida, como si me hubiera conseguido zafar de una pesadísima losa que hubiera estado oprimiéndome años y años. Durante el camino me dediqué a escuchar la radio y contemplar el paisaje. La oscuridad hacía ya rato que se había cernido sobre la carretera y la niebla pululaba acechante engullendo cada vez mayo rcantidad de masa rocosa, reflejando el brillante resplandor de la luna llena. Entonces pensé en aquellos hombres primitivos; para ellos esa imagen seguro que tenía un significado sobrenatural: la naturaleza en todo su apogeo haciendo de enlace entre el ser humano y la divinidad, fue un descubrimiento emocionante.
Al llegar al destino convenido y apearme del coche, sentí el rumor de las olas lamiendo la orilla, el viento rizando sus crestas y tuve la certeza de haber conseguido dejar de lado, al menos por unos días, todos los elementos artificiales y artificiosos que el hombre ha ido creando en un vano intento de convertirse en caduca deidad.

Poco me importa el parte meteorológico para esta Semana Santa, puesto que mi propósito no es en absoluto tostarme cual cochinillo rotatorio. Lo que de verdad pretendo es descansar, leer, escribrir y pasear, lo demás me resulta accesorio, a pesar de ser inevitablemente imprescindible.
Es un placer sentarse a la mesa provista de papel y tinta para abordar las reseñas que acabarán publicándose en mi biblioteca particular. Pensar, escribir, dudar, tachar, para al final acabar con unas cuantas hojas formato A-5 llenas de borrones, anotaciones y esquinas levemente arrugadas.
Comparemos estas cuartillas con un texto cualquiera recreado por ordenador y que puede ser pulcramente leído en una pantalla de plasma. El último escrito será sin duda harto más estético: párrafos simétricos, letra uniforme, interlineado regular; mas indudablemente carecerá de personalidad. Es pues una creación igual a la que cualquiera, con independencia del contenido, pueda hacer.
Sin embargo aquel compendio de frases escritas con primorosa delicadeza o desmedida ira, son fruto de un complejo proceso de reflexión que para siempre quedará impreso en la irregularidad del papel. Cada fallo y desajuste, lejos de ser pulcramente eliminado ha sido tachado, enfatizando aún más su singular belleza. La composición posee un punto de atracción del que es difícil sustraerse. ¿Qué habrá querido decir cuando subrayó tal o cual frase? ¿Por qué tachó la palabra "exagerado" para a continuación escribir un "moderado" de letra picuda e irregular? Cada defecto, si es que así puede llamarse, incita la morbosa curiosidad de un lector harto de virginales manuscritos de letra caligráfica. Porque el texto en su conjunto narra dos historias: la explícita, que el autor se ha esforzado en recrear y la implícita que él mismo ha dado igualmente a luz sin ser consciente de ello. Esta última dice mucho más de él de lo que jamás alcanzará a comprender, pero eso será algo que guardará celosamente, para luego copiar cada idea, transformándola a formato electrónico y liberándose de la embarazosa situación de saberse estudiado y catalogado por los demás más allá de su estricta voluntad.

viernes, 8 de abril de 2011

Mi selección del mes de abril. Calentando motores para la feria del libro.

A finales de cada mes suelo hacerme con los libros que leeré durante el mes siguiente. Normalmente adquiero tres o cuatro ejemplares (a menudo la gente me pregunta cómo es posible que pueda leer un libro por semana prácticamente, la respuesta es fácil, soy joven, necesito pocas horas de sueño y estar ociosa me pone de mal humor, con lo cual dedico cada minuto que tengo desocupado a cultivar esta afición, que a veces adquiere visos de vicio,por lo adictiva que me resulta y el placer que me reporta) entre los cuales no puede faltar alguna que otra novela negra. Pero este mes he decidido desintoxicarme de tanta intriga policíaca y he optado por obras de diversa naturaleza.
"Tea-bag" de Henning Mankell fue el primer volumen que rescaté de entre las estanterías de un gran almacén -entiéndase El Corte Inglés-. Está editado por Tusquets, como todos los de este autor y promete ser un canto a la brutal y desgarradora belleza que de África -continente de acogida de Mankell- se desprende. Sus libros son un seguro de buena lectura, descripciones extremadamente minuciosas mezcladas con retazos de historia real; no obstante, en algunas ocasiones cuando se aleja del género policial sus tramas pueden resultar algo lentas.

"La insoportable levedad del ser" de Milan Kundera era un relato que comencé y abandoné hace algunos años ya, pues me vi obligada a devolverlo de manera abrupta, igual que un montón de discos compactos repletos de bossa nova y jazz fusión -cada cual que entienda- . Pero hace algunos días, repasando la séptima temporada de "Las chicas Gilmore" caí en la cuenta de que en el capítulo donde se narra el acto de fin de carrera de Rory en Yale, el discurso que en este tipo de eventos suele pronunciar algún pez gordo del sector, recaía sobre Kundera, - por cierto, no sale muy bien parado, pues lo tachan de aburrido y repetitivo- por lo que automáticamente me acordé de aquella historia que dejé inacabada y que se merecía un final mejor del que había corrido.
A propósito adquirí solo dos ejemplares, pues sabía de antemano que esta semana se celebraría en el instituto donde estoy de prácticas la feria del libro y me hacía ilusión pasarme por la biblioteca para ver cómo había quedado todo y qué tal se manejaban los alumnos ejerciendo de libreros. La verdad es que está genial, la librería Luque -mítica en Córdoba- colabora con el centro y presta sus libros para que puedan ser expuestos y vendidos, de manera que los chicos se familiaricen con estas cuestiones y se impliquen en el proyecto, además todo lo que se compre tiene un 25% de descuento, así que aproveché para llevarme algo más especial.
Y ese algo fue nada mas y nada menos que los "Cuentos completos" de Edgar Allan Poe, traducidos por Cortázar, con prólogo de Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa y editado por Fernando Iwasaki y Jorge Volpi para Páginas de Espuma. Sesenta y nueve relatos comentados por escritores contemporáneos que sin duda, no tienen desperdicio.
También me llevé "1Q84" de Haruki Murakami, a pesar de que estuve a punto de quedarme con "El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas" del mismo autor, pero al final cambié de idea, pues me comentaron que es un libro relativamente arduo para iniciarse en el mundo de Murakami; con lo cual, mi compañera de prácticas y yo terminamos decantándonos por el primer título.
Así que al final salimos de allí cargadas de historias nuevas de las que aprender y unos marcapáginas  super originales hechos por los alumnos del bachillerato de artes.
Para mayo iré comentando, a ver qué tal me ha parecido todo, aunque en honor a la verdad, llevo la lectura un poco retrasada, pues ayer terminé de leerme "El Castillo" de Franz Kafka, -la única de sus obras publicadas que me quedaba por abordar- y he terminado exhausta física y psicológicamente, en el siguiente post prometo contar detalladamente porqué.




miércoles, 6 de abril de 2011

Daniel Glattauer y su universo virtual.

He de confesarlo, soy de las personas menos románticas que conozco. Me repatean las muestras excesivas de afecto que las parejas suelen profesarse en público, no sé porqué, quizá sea porque mi subconsciente lo almacena como algo demasiado banal. Un hecho realizado a causa de un impulso eléctrico apenas racionalizado que viaja desde el cerebro,- cualquiera que sea la región donde esta clase de procesos se den- hasta los labios o las manos del sujeto que acomete el acto. Pocas veces suele pararse uno a pensar en la reacción que ese frugal -o no- contacto despierta en el otro, solo nos limitamos a categorizar la necesidad del acto en función del placer que nos genere. Es decir, acariciamos, besamos, tocamos, porque nos hace sentir bien, con independencia de lo que la otra persona necesite.
Igual sucede con las palabras. Existen millones de frases ya hechas que se emplean a diario. Conjuntos de letras escogidos al azar por alguien que en un momento determinado pensó que eran adecuadas para con su interlocutor, pero que de tanto repetirse, de tanto pasar de una garganta a otra, perdieron su sentido hace ya mucho tiempo. Por ello, ahora resuenan impersonales y monótonas, citadas con una entonación que pretende ser sugerente o escritas en correos electrónicos plagados de fruslerías a fin de evitar las verdaderas palabras, el contenido explícito del mensaje. Sinceramente, he leído y oído tantas veces las mismas cosas que a dia de hoy prefiero medir mis fuerzas en el más absoluto silencio.
No obstante, en algunas ocasiones el género romántico, -aunque realmente no sé si las novelas de Glattauer encajan bien dentro de él- sorprende con algunos autores que recrean diálogos inteligentes, capaces de conmover profundamente al lector.
"Contra el viento del norte" y "Cada siete olas" son el máximo exponente de una pareja que tiene mucho que decirse. Ya desde el primer momento en que Emmi Rother y Leo Leike intercambian un par de mails de manera accidental, el autor es capaz de crear una atmósfera especial, una tensión amorosa que va complicándose a cada clic. Sus exposiciones son ácidas, irónicas, tiernas, sensuales e impredecibles por encima de todo, jamás se sabe lo que acontecerá en la página siguiente. El vínculo recreado entre dos extraños que en su vida se han visto las caras es extremadamente potente. Una suerte de tira y afloja torturoso en el que dan ganas de verse envuelto, una historia de amor elocuente y compleja; pero sobre todo un novelista diferente cargado de buenos recursos y mejores ideas.

miércoles, 23 de marzo de 2011

El que siembra sangre. Arne Dahl y la estela de Kafka.

A estas alturas, creo que a nadie le pasará por alto el hecho de que Kafka es uno de mis escritores predilectos, un genio sin precedentes capaz de divulgar contenidos y cambiar criterios con la misma sinuosidad con la que una mariposa aletea distraída, ajena a la vorágine que la rodea.
Igualmente, él inicia su efecto, "el efecto K", con un leve movimiento de muñeca; unos garabatos salidos de alguna estilográfica modesta con la única pretensión de reparar su enfermiza vulnerabilidad. Materializar en una hoja de papel todos los miedos que lo acompañaron hasta el final de sus dias, aquellos que lo mantuvieron vivo y a la vez lo indujeron a una muerte terriblemente precipitada.
Jamás se propuso ser un afamado autor:  ser mundialmente reconocido o estar bien pagado no formaban parte de sus planes y sin embargo sus obras supusieron un auténtico hito literario.
Su estilo ha conquistado a millones de personas, entre ellas, el escritor sueco Arne Dahl, que le rinde un pequeño tributo en su segunda obra publicada en español ("El que siembra sangre").
La novela comienza con su personaje principal Paul Hjelm leyendo "Amerika" y a lo largo de toda la trama, se hacen continuos guiños a esta pequeña obra maestra, el principal de ellos, el apodo que se le da al asesino que Hjelm y el resto del grupo A trata de atrapar, K.
En general la trama es compleja (que no complicada) repleta de giros inesperados, lo cual supone un aliciente adicional a una temática un poco vista de traumas infantiles y asesinos en serie desposeidos de humanidad. De todas formas el lenguaje de Dahl y la naturalidad para enlazar diferentes acontecimientos dinamiza la lectura, así como el desarrollo del perfil psicosocial de gran parte de los actores que van apareciendo en escena. Poco a poco, cada miembro de aquella brigada policial de nombre tan sumamente inespecífico y largo, van adquiriendo diferentes matices. El lector descubre vivencias pasadas, de esas capaces de marcar a una persona de por vida, de hecho, el final está muy ligado a la historia vital de uno de los policías, en aparencia secundarios. Pero que nadie se confunda, Arne Dahl, (o Jan Arnald, su verdadero nombre) evita caer en el sentimentalismo y lo que muestra a sus seguidores es la realidad descarnada de hombres y mujeres con una vida a sus espaldas llena de fisuras y episodios negros que los marcaron de por vida y que los convirtieron en carne de novela.

jueves, 17 de marzo de 2011

Amerika; El nuevo continente de Franz Kafka.

Resulta curioso que un continente jamás visitado por Kafka diera título a una de sus novelas más emblemáticas, pero "Amerika", es tan sólo es el pretexto para hablar de Karl Rossmann y su sinuoso devenir en una tierra extraña y hostil.
Las descripciones paisajísticas se hallan subordinadas al personaje, a lo que éste piensa en cada momento. Es entonces cuando el autor puede definir cualquier ciudad desde un punto de vista emotivo, aún sin haber estado nunca en ella. Da igual la mano que la estatua de la libertad alce al aire o lo que sostenga (tema que fue muy controvertido en el momento en que salió a la luz la primera edición del libro), lo importante es la sensación de grandiosidad que embargó a Karl la primera vez que la vio. El tumulto de una gran urbe que emana abandono y frustración, las lúgubres pensiones abarrotadas de humildes trabajadores anónimos, el ritmo incesante de un ciudad en pleno proceso de expansión, los desequilibrios sociales... todo es facilmente extrapolable a casi cualquier lugar del mundo.
Rossmann es un adolescente de quince años que "huye" de su país tras haber dejado embarazada a la criada. Eso es, al menos, lo que la mujer comunicó a él y a sus padres; no obstante, Karl nunca sintió que en aquella primera y patética experiencia engendrara un hijo, pero aceptó sin cuestionarse nada más y acató las consecuencias. A lo largo de todo el relato, sucede prácticamente igual. El muchacho es fruto de las más inverosímiles injusticias, que él va asumiendo  por prudencia y falta de experiencia, lo que hace que su autoestima y sus sueños se vayan esfumando lenta, pero progresivamente.
Sin embargo, el final  dista bastante de los clásicos finales elaborados y trágicos de Kafka; pues el joven consigue, no con poco esfuerzo, un puesto de trabajo en el Gran Teatro Integral de Oklahoma; lugar en el que no importa la procedencia, los antecedentes o la formación y en el cual Karl logra reconciliarse con el Nuevo Mundo y con todo lo que ha sido su mundo en general.
No penséis que con todo esto ya no hay nada más que descubrir, porque precisamente estas son algunas de las pautas para poder realizar una lectura más consecuente y analítica. El libro consta de ocho capítulos, el primero de los cuales, titulado "El Fogonero", fue editado en principio como relato independiente, e incorporado en posteriores revisiones, muy lógicamente, ya que sienta las bases de toda la historia que acontece a un adolescente anónimo en un continente ominoso y esplendoroso a partes iguales.

jueves, 10 de febrero de 2011

Asa Larsson.

Como ya comenté con anterioridad, a parte de bonitos paisajes nevados, Suecia tiene mucho más para ofrecer. Uno de sus principales atractivos, es sin duda su brillante ejército de escritores de novela negra. Y es que no sólo de Henning Mankell vive el hombre, también hay otros autores que tiene mucho que ofrecer.
Quizá Stieg Larsson sea el que más emboga esté; su personaje de Lisbeth Salander es oscuro, ambiguo, y por ende sumamente atrayente; pero no por ello debemos centrarnos exclusivamente en él. Arne Dahl (cuya segunda novela "El que siembra sangre", estoy a punto de empezar a leer), Camilla Lackberg, John Ajvide Lindqvist o Asa Larrson, entre otros, son, igualmente, creadores de pequeñas obras maestras; pura ingeniería sueca.
Personalmente, he de confesar que siento especial predilección por Asa Larsson, pues es una narradora muy a tener en cuenta por diversos motivos. En primer lugar, creo que su segunga novela "Sangre derramada", no ha sido tratada con demasiada bondad por parte de la crítica especializada. Cierto es que después de "Aurora boreal", el listón estaba muy alto, pero Larsson lo superó a base de nuevas tramas desarrolladas de manera novedosa. En esta segunda parte, su estilo se torna algo más onírico y descriptivo, intercalando pequeños pasajes de naturaleza metafórica que ayudan a crear una atmósfera mágica; pero algunos llegaron a tacharla de cursi (textualmente). No creo que ese sea el adjetivo adecuado para calificarla, es demasiado simple, quizá igual de simple que las personas que en su momento lo emplearon. La asombrosa capacidad con la que Asa empatiza con su público mediante un mero conjunto de frases y párrafos entrelazados es digna de admirar. En un ejercicio de introspección extremo examina su propia alma a fin de poder dotar a sus personajes de unas cualidades que los hacen singularmente atrayentes. De todos modos, en "La senda oscura" (tercera y última entrega, por ahora), se despacha a gusto describiendo con todo lujo de detalles análisis forenses bastante explícitos, de manera técnica y por que no, un poco escabrosa también.
Rebecka Martinsson, su personaje principal, es una mujer adicta al trabajo, con una vida social prácticamente nula, que se ve envuelta sin querer en una serie de acontecimientos de naturaleza luctuosa que la sacuden física y psicológicamente. Es una mujer a la que se le acaba tomando cariño, y creo que esto es debido en gran medida a que refleja claramente las fortalezas y debilidades de su propia autora. Rebecka, no es sino el vehículo que emplea Asa para canalizar, todos sus miedos, fobias, reflexiones, preocupaciones, etcétera, y eso la convierte en un personaje difícil de imitar; y a la propia Larsson, en una narradora difícil de superar.
Los libros de Asa, se convierten pues en joyas literarias que, por un lado estás deseando terminar de leer y por el otro,  te gustaría no haber leído nunca, para así poder tener la oportunidad ilimitada de descubrir lo que tras sus páginas se esconde.

lunes, 31 de enero de 2011

Henning Mankell.

Hace alrededor de dos años, en pleno mes de agosto, me encontraba en la playa intentando no quemarme, negra por no tener nada a mano que leer y verme obligada a establecer contacto con la gente que había a mi alrededor. El caso es que creo que fui corriendo a bañarme para evitar algunos de esos saludos típicos que se hacen sin ninguna gana y por puro protocolo y me encontré con uno de mis vecinos, que estaba jugando con su nieta mayor.
El hombre en cuestión es muy majo, nada de preguntarte acerca de tu vida personal o cosas por el estilo (como suelen hacer los demás). Es un buen narrador, cuenta historias amenas y entiende de literatura de verdad. Y precisamente de eso estábamos hablando, para variar. Yo le decía que "El viaje del elefante", de José Saramago, me había decepcionado un poco teniendo en cuenta su magnífica trayectoria cuajada de perlas como "Memorial del convento", "Las intermitencias de la muerte", "Ensayo sobre la lucidez", etcétera. Y al él le debió impresionar mi gran aflicción, pues me prometió que al día siguiente me traería una de las mejores novelas negras que jamás hubiera pasado por sus manos.
La novela en cuestión era nada más y nada menos que "La leona blanca" de Henning Mankell y tanto me gustó que apenas tardé cuatro dias en acabar con ella; pero ese tiempo fue mas que suficiente para caer rendida ante el inspector Kurt Wallander y todo su entorno. Busqué en internet su bibliografía completa y fue adquiriendo ejemplar por ejemplar, leyendo de manera insana, descuidando todo lo demás.
Terminé toda la serie Kurt Wallander, que consta de nueve libros más el final de la saga: "El hombre inquieto" , en pocos meses; pero además también me hice cargo de otros títulos como "El retorno del profesor de baile", "Antes de que hiele", "Zapatos italianos", "Profundidades" y "El chino".
Con todo ello creo que puedo ofrecer una crítica fundamentada acerca de la excelente obra de este escritor.
Mankell es experto en crear grandes rompecabezas que deben ir resolviéndose paso a paso, un enorme mosaico de piezas que sólo forman una imagen nítida si se han colocado cada una en su lugar. Enlaza acontecimientos reales y ficción con pasmosa facilidad, difuminando los contornos que separan ambas esferas para crear un tercer escenario alternativo rico en paisajes cuajados de nieve y personajes complejos.
Suecia aparece enardecida, se muestra ante el lector de una manera cruda a la par que bella. El frio y la soledad son los ejes que vertebran  casi todas las tramas (cosa que sucede con el resto de novelistas suecos como Arne Dahl, Camilla Lackberg o Asa Larsson, entre otros).
Pero África también se muestra con grandiosidad,  Mankell es el director del  teatro nacional de Maputo, en Mozambique y se siente cercano a los estigmas que a dia de hoy todavía afectan a la sociedad civil africana.
Sus escritos son en general, una gran crítica social hacia la pasividad de los paises occidentales ante la debacle de los más empobrecidos. Sin llegar a diatriba alguna, expone los hechos de manera vehemente. Con su novela "El chino", se ha ganado muchas opiniones contrarias precisamente por esta cuestión, pues algunos lectores opinan que dentro de ella se ha incluido un verdadero panfleto propagandístico. Yo personalmente creo que no es para tanto y eso que a mí siempre me han fastidiado un montón los escritores que aprovechan su condición para hacer demagogia política.
Mankell es uno de esos tipos que tienen el don de enganchar a la gente, de conectar lo atávico con lo actual, y por ello puede permitirse ciertas licencias.

sábado, 29 de enero de 2011

Las uvas de la ira. John Steinbeck.

A grandes rasgos, esta excelente novela narra cómo después del crack de 1.929 una familia extensa dedicada en cuerpo y alma a la agricultura pierde sus tierras a causa de la usura de los grandes gigantes bancarios de la época (y el lugar, no olvidemos que se trata de Estados Unidos, donde las prácticas capitalistas más feroces hicieron su aparación mucho antes que en nuestro viejo continente), emprendiendo así un éxodo forzoso hacia una tierra de prosperidad, que no resulta tal.
Muchos de los miembros de la familia van desapareciendo a medida que el relato avanza, quedando sólo los más fuertes. La escisión paulatina del clan resulta conmovedor, cada baja supone toda una historia dentro de la propia novela, igual que una matriuska rusa, que encierra múltiples identidades en su interior.
No se puede decir que tenga un final precisamente feliz, lo que al autor pretendía plasmar, era la encarnizada lucha que aquellos humildes hombres de campo tuvieron que librar contra un monstruo de rostro desconocido; no obstante, las últimas páginas abren una puerta a la esperanza, a la grandeza del ser humano.
Steinbeck recrea dos tipos de capítulos; por un lado, aquellos en los que narra la historia tal cual, con toda su crudeza; y por otro, unos pasajes de naturaleza onírica cargados de metáforas y recursos estilísticos que, sin estar estrictamente relacionados con los hechos, aportan aclaraciones y amplias descripciones fundamentales a la hora de recrear la atmósfera de la época.
Cuando este libro salió publicado en Estados Unidos, su autor fue tachado de rojo por gran parte la sociedad americana. Nada más lejos de la realidad. Simplemente pretendía ofrecer una visión veraz acerca de una problemática que existía de facto, y que muchos se empeñaban en ocultar.
Otra cosa más, si decidís adquirir el libro, os recomiendo que os decantéis por ediciones Cátedra, pues incluye una pequeña biografía del autor, así como una serie de claves para poder entender el relato en todas sus dimensiones, además cuesta alrededor de 10 euros. La versión de Tusquets no presenta ningún tipo de contenido adicional, y cuesta 20 euros aproximadamente, eso sí, la portada es más bonita (como todas las de Tusquets, en general).
De verdad es pero que disfrutéis su lectura, porque para mí, es uno de los mejores libros que he leído en toda mi vida.

jueves, 27 de enero de 2011

La metamorfosis. Franz Kafka.

Como no podía ser de otra manera, esta entrada estará dedicada a uno de mis escritores fetiche. El universo Kafka es profundo y complejo; sus personajes están cargados de emotividad, ira frustración, indiferencia o pasividad, dominados por una sociedad que de pronto se les antoja sumamente extraña e inmersos en un complejo sistema del cual no pueden escapar.
La primera vez que leí algo suyo apenas tenía diecinueve años, y claro, me decanté por lo más comercial y conocido: La metamorfósis. Su análisis fue casi como un viaje iniciático, el comienzo de un camino sin retorno. Desde ese momento me volví mucho más exigente con los libros que caían en mis manos, me dedicaba a estudiar a sus protagonistas en profundidad, sus actuaciones, su devenir y a menudo acababa frustrada, porque después de la historia de aquel hombre ya nada volvió a parecerme igual.
Cuando Gregorio Samsa despierta una mañana siente como su vida ha dado un giro de 180 grados. Su cuerpo de insecto no acompaña a su condición de humano, del miedo en primera instancia pasa a la total indiferencia y al abandono. Un simple dejarse llevar hasta la hora en que el óbito se produzca (un tema muy recurrente en la bibliografía de este autor). Sus padres, temerosos, se esfuerzan en que la situación del hijo cambie, sobre todo la madre; pero al ver que aquel insignificante bicho que deambula baboso por la habitación jamas volverá a reportarle beneficio alguno lo abandonan a sus suerte y centran sus anhelos y desesos de prosperidad en la hija que aún les queda hábil.
Desde mi punto de vista el significado de esta brutal parábola es la siguiente: en el momento en que una persona deja de ser útil para la sociedad, se le condena al destierro marginándola de manera obsecena. Pero en conversaciones que he tenido posteriormente con amigos y demás, ha surgido otra posible interpretación: cuando un individuo se cierra en banda y deja de relacionarse con el mundo exterior, pierde su cualidad humana y se convierte en un mero animal, una carga para todos los que le rodean.
De todas maneras, independientemente de la conclusión a la que cada uno llegue, esta obra invita a la reflexión y la propia autocrítica.

miércoles, 26 de enero de 2011

Aclaraciones iniciales.

La biblioteca de Milena es un blog que ha sido creado para hablar de una de mis grandes pasiones: la literatura.
A través de este él, trataré de acercar a la gente que se sienta interesada algunos de los títulos que creo, merece la pena leer.
Milena Jessenská fue una especie de amor imposible para Franz Kafka. También ella se sintió atraída por él, y supo ver más allá del mero empleado de banca que era. Tradujo sus escritos al checho y departieron acerca de infinidad de temas. En la correspondencia que mantuvieron, queda patente la "pasión epistolar" que se fue desatando entre ellos.
Milena fue una mujer liberal y liberada, de clase alta y con pocos prejuicios. Kafka era introvertido, reservado y temeroso. Su historia es apasionante, sobre todo por no haber sido consumada jamás, eso es lo que la hace especial y diferente.
Para mí, Milena es un referente, y este espacio en el que desarrollar mis modestas opiniones no es más que un sencillo homenaje hacia ella, para que no quede relegada al inexorable olvido.